martes, 26 de julio de 2011

Si hay luna llena, es menos probable que un león te ataque


Tal vez nuestro miedo innato a la oscuridad no sea más que una adaptación desarrollada por nuestros antepasados quienes evitaban hacer actividades nocturnas por el miedo a ser atacados por los grandes depredadores que rondaban sus aldeas. No hay dudas de que son los grandes felinos los cazadores nocturnos por excelencia, es por esta razón que la mayoría de sus ataques hacia los humanos ocurren durante las noches. Sin embargo, según un artículo publicado en PLoS ONE, la probabilidad de que seas atacado por un león se reduce en las noches de luna llena.
(c) National Geographic
Para los grandes felinos como los tigres, leones y leopardos, salir a cazar durante las noches es una gran ventaja gracias a que poseen una excelente visión nocturna. Sus ojos tienen una estructura sumamente especializada llamada tapetum lacidum, la cual refleja y amplifica la luz que entra por sus pupilas para ser aprovechada por los fotorreceptores de sus retinas. Sin embargo, se ha demostrado que la intensidad de la luz de la luna afecta su comportamiento nocturno, reduciendo la cantidad de animales cazados durante las noches de luna llena.
Para determinar si el efecto de la luz de la luna también puede influir sobre los ataques a humanos, un grupo de investigadores de la Universidad de Minnesota liderados por el biólogo Craig Packer han analizado los más de 1,000 casos registrados de ataques de leones a humanos ocurridos entre los años 1988 y 2009 en Tanzania —de los cuales los dos tercios fueron fatales— y los han comparado con la fase de la luna y la hora a la cual han ocurrido.
Los resultados mostraron claramente que la gran mayoría de los ataques ocurrió en las horas más oscuras de la noche y dependía de la fase en la que se encontraba la luna. Como se puede ver en el gráfico, más del 60% de las víctimas fueron atacadas entre las 18:00 y las 21:45.
lion-atack
Cuando se analizaron los datos a nivel de horas, los investigadores observaron que la tasa de ataques fue de 2 a 4 veces mayor los 10 días siguientes a la luna llena (en la figura: 15-19 y 20-24) entre las 18:00 y 21:45; mientras que la tasa de ataques fue baja, a estas mismas horas, entre el 5° y 14° día del ciclo de la luna. Esto se debe a que en este momento la luna empieza a aumentar su luminosidad a medida que pasan los días y, además, sale muy temprano por el horizonte; mientras que después de la luna llena, la luna disminuye su luminosidad y aparece mucho más tarde por el horizonte. También se encontró diferencias en las temporadas lluviosas y secas ya que las nubes bloquean la luz de la luna.
Sin dudas, los predadores nocturnos han moldeado y ayudado la forma como hemos evolucionado ya que nos han impulsado a construir albergues donde pasar las noches, así como también dominar el fuego para espantarlos y protegernos. Sin dudas, la gran cantidad de ataques nocturnos se dan a primeras horas de la noche porque a esas horas los humanos realizan muchas más actividades que a media noche o en horas de la madrugada.
Referencia:
Packer C, Swanson A, Ikanda D, Kushnir H, 2011 Fear of Darkness, the Full Moon and the Nocturnal Ecology of African Lions. PLoS ONE 6(7): e22285. doi:10.1371/journal.pone.0022285



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Científicos diseñan una nariz bioelectrónica !! SOPRENDENTE


receptor-olfatorio
Los avances en el campo de la nanobiotecnología esta permitiendo el desarrollo de dispositivos muy complejos capaces de facilitar el desarrollo de diversas áreas de la ciencia como la biología, la química o la medicina, ya lo vimos hace unos días con el secuenciador de ADN basado en chips. Esta vez, científicos de la Universidad de Pensilvania (EEUU) han desarrollado lo que vendría a ser una nariz bioelectrónica, la cual permitiría detectar cualquier compuesto presente en una determinada muestra así sus concentraciones sean muy bajas. El dispositivo fue desarrollado a través del ensamblaje de los receptores acoplados a la proteína G (GPCR) con unos nanotubos de Carbono dispuestos sobre una interfase semiconductora de Silicio. El principio del funcionamiento de esta nariz bioelectrónica es muy sencillo.
Las GPCRs son una gran familia de proteínas que se encargan de recibir las señales externas y transmitirlas al interior de la célula, activando una cadena de reacciones bioquímicas que terminan por generar algún tipo de respuesta metabólica o fisiológica (transducción de señales), ya sea, por ejemplo: la expresión de un gen, la activación de alguna proteína transportadora de membrana o la liberación de algún neurotransmisor. Estas proteínas conforman los receptores olfatorios que son los encargados de percibir las moléculas del ambiente que entran por la nariz y, mediante la transducción de señales, envían la información hacia el cerebro, quien es el encargado de interpretar los olores.
Los investigadores lograron unir  estas complejas proteínas —las cuales fueron obtenidas de ratones— a transistores de nanotubos de carbono, los cuales transforman la señal química —producto de la interacción de una determinada molécula con los receptores olfatorios— a una señal eléctrica. La señal eléctrica pasa a través de la plataforma semiconductora la cual puede ser integrada a un circuito electrónico y transformarse en una señal digital, que a su vez puede incorporarse en cualquier dispositivo electrónico (Ej.: una computadora, un celular, un tablet, etc.).
Las aplicaciones son muchas. Se puede usar para el diagnóstico de enfermedades a través de pruebas de aliento ya que algunas partículas virales o algunos compuestos químicos generados por ciertas infecciones gastrointestinales salen a través del aliento. Se puede usar para el monitoreo de aires cercas a fábricas o minas y determinar la calidad de la misma ya que muchas veces los metales pesados y otros compuestos tóxicos se encuentran en concentraciones sumamente bajas.
Otra de las cosas más interesantes de este dispositivo es que fácilmente podría ser escalado y poder alojar los 350 receptores olfatorios que componen la nariz humana o los ~1,000 de los perros, aunque para ello habría que aislar o producir a gran escala estas GPCRs. Además se deben desarrollar matrices que permitan que las proteínas no se degraden y duren por un buen periodo del tiempo fuera de su entorno natural.
Por otro lado, se podría poner estos dispositivos en un chip, cada uno con diferentes cientos receptores diferentes asociados a microorganismos o virus patógenos, o a diferentes tejidos humanos para determinar a que nivel llegan a interactuar determinados fármacos que se encuentran en desarrollo y así facilitar el trabajo de prospección de diferentes compuestos químicos con potenciales usos en la medicina.
Referencia:

Goldsmith BR, et al. Biomimetic Chemical Sensors Using Nanoelectronic Readout of Olfactory Receptor Proteins ACS Nano 5 (7), 5408-5416 doi: 10.1021/nn200489j (2011)
Vía | Penn News.



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